domingo, 20 de junio de 2010

EL INCREIBLE SUEÑO DE CONSTRUIR UN BARCO


Rubén Lucero, Fernando Romero, Pablo Sturniolo y Jorge Ramírez están haciendo historia, porque desde hace dos años están construyendo nada más ni menos que un barco.
Y lo están haciendo en el jardín de la casa del primero de ellos, donde vivo el abuelo “Lazaro”, el guía, el padrino y unos de los impulsores de esta increíble iniciativa. Y en su homenaje, la embarcación llevará su nombre.
En calle Rosario al 1.300, casi esquina Koch, muchos no pueden creer lo que ven cuando por allí pasan: En pleno jardín de la vivienda, se asoma la gran embarcación de madera, que construyen con sus propias manos estos jóvenes locales.
Tienen entre 21 y 26 años y todo arrancó en mayo, pero de hace dos años atrás:
Comenzó con plantillas de cartón y muchos los trataban de utópicos o locos. A muchos les sorprendió la constancia que de a poco empezaron a poner para lograr una meta.
Siendo tan jóvenes, en plena Fiesta de la Primavera e incluso en este fin de semana largo por el Bicentenario, en vez de descansar o disfrutar, ellos prefieren trabajar para el barco.
No tienen el personal, las maquinarias ni los materiales de un astillero pero si una tremenda fuerza de voluntad. Y son vecinos nuestros.
Rubén Adrián Lucero, estudia Diseño Industrial, es el autor del diseño del barco y nieto del “abuelo Lázaro”, jubilado de la Marina y quien junto a su esposa Irene, brindaron desde un comienzo el espacio para hacer realidad este proyecto.
“Yo tengo experiencia en los que es construcciones y planos, pero sobre embarcaciones quien sabe es mi abuelo. Nunca hice un velero, pero para mí lo más complejo es lo que estamos haciendo ahora, el casco principal, porque la cubierta en sí en más pequeña y más sencilla. Tratamos de ponernos de acuerdo, porque todos tenemos horarios distintos de trabajo o estudio, cada uno tiene distintas necesidades y ocupaciones y a veces cuesta coordinar lo que hacemos. Por lo menos, a la semana, le dedicamos dos días de trabajo al barco”, comenta entusiasmado Rubén.
Sobre los plazos de finalización de los trabajos admite que “al principio sí, teníamos fechas, pero después se iban estirando así que preferimos no hablar mucho sobre eso, calculamos que a este ritmo tenemos un año y medio más de trabajo”.
Después de la instalación de la madera, se está en el proceso de lijado y posteriormente vendrá la etapa de la aplicación de la fibra de vidrio.
“Hasta que terminamos una etapa no pasamos a la otra”, reconocen los cuatro inquietos jóvenes.
“Aviar el casco, consiste en sacar los saltos que tiene la madera, porque ninguna madera sale como una placa de plástico, perfecta. La madera tiene sus vetas, sus formas”,
según reconoce Pablo Sturniolo, estudiante de ingeniería química y unos de los principales “lijadores”.
El abuelo Lázaro también aporta lo suyo: “En un principio trabajé mucho pero después no aguanté el estrés, me empecé a enfermar.
Ahora lo que hago es apoyo, la logística y colaboro desde el taller, que también lleva mi nombre: Lázaro”.
“Le comenté a mi abuelo –agrega Rubén- que queríamos construir un barco, entonces Lázaro enseguida dijo que nos ayudaría a lograrlo”.
Jorge Ramírez, el mayor de los cuatro jóvenes y el último en sumarse al proyecto recuerda que se tendrá que traer una grúa cuando haya que rotarlo y además se tendrá que romper la verja del frente de la casa: “Los abuelos de Rubén (Lucero) se re juegan, porque además de prestarnos el espacio, el taller, también saben que tendremos que romper para poder sacarlo. Igualmente estamos viendo como se van a dar las cosas”.
Sobre los costos, coinciden en que se viene haciendo a pulmón y “no hicimos cálculos de los costos para no desanimarnos: Lo que vamos consiguiendo lo volcamos en esto. Además sería adelantarnos mucho, pero sí, todo esto tiene un costo alto, porque cada madera cuesta y cada tornillo también.
Fernando Romero, estudia para Martillero Público, pero tienen una gran experiencia en navegación: “Mi papá desde muy chico navegaba y desde el moisés veo, siento y respiro la náutica. Desde hace unos 12 años mi padre tiene la Escuela de Náutica en el Club Náutico Córdoba, así que desde chiquito yo crecí con esto. Es como una pasión familiar y todos estamos en eso. Tengo 22 años y desde toda la vida navego” y solo la cuestión legal informa: “Lo primero es tener todos los planos aprobados y firmados por un profesional, después que todo esto esté hay que presentarlo en Prefectura Naval Argentina. Nosotros estamos en lo primero, recién pasaremos a lo próximos cuando tengamos el casco terminado, así podrá venir Prefectura a inspeccionar el barco. Ellos al venir, comprueban que es real lo que se ha presentado. Cuando el barco esté terminado se harán determinadas pruebas físicas al barco, para que sea habitable y sea seguro. Si no las cumple no quedará habilitado”.
El barco va a ser completo, totalmente habitable, según confirman: “lo más completo que nos salga, que esté a nuestro alcance, como se pueda. Tendrá un acorde a un velero de 37 pies, es decir poco más de once metros”.
“Podríamos hacerlo de madera solamente, pero agregando fibra de vidrio le sumamos una mayor rigidez y todos nos quedamos mucho más tranquilos”, asegura Rubén y agrega: “La vela no la podemos hacer, así que veremos como hacemos o si la conseguiremos de algún lado”.
Jorge confiesa que se unió al proyecto cuando estaba recién comenzando porque “me pareció interesante y quiero resaltar lo que se estaba haciendo en relación a la cultura del trabajo
Es decir, tenemos 20, 21, 22 años (yo 26) y en la medida que van colocando una y otra madera, se están dando cuenta que pueden hacer algo propio y que tiene un valor integral y no un sentido monetario: Yo esto lo veo muy bien porque trabajo con adolescentes, porque soy docente y a veces se ve desvirtuado lo que hacen o lo que piensan los jóvenes”.
La poca o mucha plata que van consiguiendo, la invierten en un proyecto que tiene un valor simbólico y está lejos de tener un valor de acumulación de capital.
“No hay un dogma ni una filosofía, pero si hay un pensamiento con el que se tiende a revalorizar con esta cultura del trabajo lo que sucedió en la etapa de la colonia, con las culturas aborígenes: Con esto –creo- las estamos revalorizando en todo sentido y nosotros consideramos que son parte de nuestra historia y son los dueños de estas tierras desde hace miles de años. Incluso estamos debatiendo entre nosotros los colores que les vamos a poner al barco y también una bandera con los colores de los pueblos originarios. Y con esto queremos hacer nuestro aporte con un objetivo educativo. Si todo sale bien, este proyecto tendrá esos destinos, como meta”, expresó Jorge.
Consultado sobre el futuro, admiten que no descartan nada: “Así como la expedición Atlantis, la verdad como sueño está, no estaría mal. Pero por ahora la meta es terminarlo y a partir de allí veremos que nuevos horizontes tendremos”, pero mientras tanto, “Consensuamos que tenga un fin educativo yse quede en la ciudad. Nos gustaría que a través del velero que todos los chicos de la primaria puedan salir y conocer el lago”.
A la pregunta si lo que están haciendo lo están haciendo bien, responden: “Lo hacemos por instinto. Es lo que nos lleva a decir, vamos bien. Y por supuesto, seguimos los planos”.
Jorge, recuerda que muchos les dijeron: ¿Flotará?. A lo cual responden: “Nosotros estamos confiados que esto funcionará. Y un poco de locura, en esto, está bien”.
Fernando agrega en tanto que para su construcción se basaron en libros, de reconocidos diseñadores a nivel mundial: “Seguimos esas pautas y se supone que siguiéndolas, el barco tiene que navegar. Seguimos al pie de la letra un montón de fórmulas, cuentas, físicas y matemáticas que las estamos respetando”.
A su turno Pablo reconoce que es un prototipo, y en teoría todo tiene que salir bien, “pero no estamos exentos de que la cosa no funcione. Dios quiera que la cosa salga bien, pero de cualquier forma todo va a servir”.
Consultados sobre la posibilidad de sponsorear la nave, ironizan. “Por ahora nos ayuda mucho la abuela la abuela Irene”, pero no descartan nada a futuro: “El apoyo del Estado sería una buena opción. Todo lo que ayude sería bienvenido y nos permitiría tener el casco terminado. Cuando se acerquen y lo vean listo el casco blanco, estoy seguro que algunos se sumarán a ayudarnos, al ver que somos jóvenes emprendedores. Pero no que sea algo municipal, porque consideramos que esto siempre será nuestro. Pero bueno, si aparece alguien que nos quiera ayudar, estamos dispuestos a escuchar”.
Admiten que les gustaría salir a navegar por los mares, pero se apresuran en aclarar: “Falta mucho para eso, digamos que tenemos nuestras cabezas muy enfocadas en la construcción. Pero la verdad que nuestro sueño, es tenerlo terminando y a lo sumo estar los cuatro en el medio del lago. Comenzamos con plantillas de cartón y cuando nos veían muchos nos trataban de utópicos o locos. A muchos les sorprendió nuestra constancia para lograr una meta y que seamos tan jóvenes”, insiste Rubén.
“Somos creadores, porque hacemos todo. Y el Lázaro es un acto creativo. Hicimos el diseño, pero también somos los obreros y a la vez no descuidamos la facultad. Nos encantaría cuando lo tengamos terminado visitar los colegios y contarles a los chicos que si nosotros, con nuestros ocho bracitos pudimos lograrlo, ellos también podrán hacer lo que se propongan”, concluyeron.

FICHA TECNICA
El barco tiene 11 metros de largo. Se estima que utilizarán unos 3.000 tornillos, de los cuales llevan colocados unos 2.800. La madera utilizada es Timbó y siempre utilizan materiales locales. Calculan que ya llevan 1500 y 1800 horas hombre, en dos años de trabajos.
Estiman que ya llevan más del 50 % de construido.

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