Sus nombres son: Esteban Pino y Gerardo Canetti. Son nombres para tenerlos muy en cuenta porque las buenas causas no precisamente son las que abundan. Y ellos fueron protagonistas de todo un ejemplo.
De fuerte formación cristiana y estrechos colaboradores de la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, estos jóvenes, vecinos de Villa Domínguez, encabezaron una silenciosa acción que merece ser destacada.
Como habitualmente cruzaban la galería del nuevo Puente Uruguay decidieron no ser indiferentes frente a la suciedad y abandono que presenta el lugar: Un sábado, después de la temporada, se fueron al supermercado y apenas gastaron 15 pesos en lavandinas y detergentes. Después buscaron escobas y bolsas y emprendieron camino hacia el moderno y renovado puente.
Durante casi cuatro horas barrieron, juntaron mucha basura y desinfectaron el sector de las escaleras, hoy por hoy transformado en improvisados baños para los más desaprensivos transeúntes.
Esteban y Gerardo, antes de esta noble tarea, visitaron el Palacio Municipal 16 de Julio y tuvieron sendas entrevistas, preocupados por el estado del puente.
Concretamente ofrecieron sus servicios para cuidar y limpiar el lugar, pero una primera respuesta fue “no hay plata”. En una segunda entrevista, con el responsable de Recursos Humanos del Ejecutivo, se encontró buena predisposición y les tomaron los datos, con la promesa de ser convocados, después de ser analizada la propuesta.
Mientras esperan la respuesta, éstos jóvenes, lejos de esperar con los brazos cruzados encararon por su propia iniciativa la limpieza.
Por estos días el lugar luce limpio, aunque los graffities ya desnudan en este bello espacio, el paso de “personajes” que favorecidos por la noche, deambulan por el lugar, para provocar daño, destrucción y suciedad.
Ya poco queda de la pintura original porque las “leyendas urbanas” invadieron las paredes, desluciendo tan bello mirador.
Paradójicamente en todo el espacio, ningún cartel indicador prohíbe las pintadas.
La presencia policial en el lugar brilla por su ausencia y en horas nocturnas, este paso obligado para muchos carlospacenses que cruzan de una margen a la otra de la ciudad se transforma en todo un riesgo. El llegar al otro extremo, ante la presencia de vándalos y oportunistas que en muchas ocasiones pasan horas allí con total impunidad, es todo un desafío.
Al parecer la Provincia espera que de esto se encargue el municipio. Y desde el gobierno local aguardan un gesto de la administración provincial.
Mientras este espacio sigue “ocioso”, parece inevitable el camino de imponerse como el sitio preferido para los marginales.
Con un mínimo gasto y apenas un poco de atención, esta maravilla de la arquitectura moderna podría ser valorizada como tal. Pero así no.
De fuerte formación cristiana y estrechos colaboradores de la Parroquia Nuestra Señora del Carmen, estos jóvenes, vecinos de Villa Domínguez, encabezaron una silenciosa acción que merece ser destacada.
Como habitualmente cruzaban la galería del nuevo Puente Uruguay decidieron no ser indiferentes frente a la suciedad y abandono que presenta el lugar: Un sábado, después de la temporada, se fueron al supermercado y apenas gastaron 15 pesos en lavandinas y detergentes. Después buscaron escobas y bolsas y emprendieron camino hacia el moderno y renovado puente.
Durante casi cuatro horas barrieron, juntaron mucha basura y desinfectaron el sector de las escaleras, hoy por hoy transformado en improvisados baños para los más desaprensivos transeúntes.
Esteban y Gerardo, antes de esta noble tarea, visitaron el Palacio Municipal 16 de Julio y tuvieron sendas entrevistas, preocupados por el estado del puente.
Concretamente ofrecieron sus servicios para cuidar y limpiar el lugar, pero una primera respuesta fue “no hay plata”. En una segunda entrevista, con el responsable de Recursos Humanos del Ejecutivo, se encontró buena predisposición y les tomaron los datos, con la promesa de ser convocados, después de ser analizada la propuesta.
Mientras esperan la respuesta, éstos jóvenes, lejos de esperar con los brazos cruzados encararon por su propia iniciativa la limpieza.
Por estos días el lugar luce limpio, aunque los graffities ya desnudan en este bello espacio, el paso de “personajes” que favorecidos por la noche, deambulan por el lugar, para provocar daño, destrucción y suciedad.
Ya poco queda de la pintura original porque las “leyendas urbanas” invadieron las paredes, desluciendo tan bello mirador.
Paradójicamente en todo el espacio, ningún cartel indicador prohíbe las pintadas.
La presencia policial en el lugar brilla por su ausencia y en horas nocturnas, este paso obligado para muchos carlospacenses que cruzan de una margen a la otra de la ciudad se transforma en todo un riesgo. El llegar al otro extremo, ante la presencia de vándalos y oportunistas que en muchas ocasiones pasan horas allí con total impunidad, es todo un desafío.
Al parecer la Provincia espera que de esto se encargue el municipio. Y desde el gobierno local aguardan un gesto de la administración provincial.
Mientras este espacio sigue “ocioso”, parece inevitable el camino de imponerse como el sitio preferido para los marginales.
Con un mínimo gasto y apenas un poco de atención, esta maravilla de la arquitectura moderna podría ser valorizada como tal. Pero así no.
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